Al Oeste de la provincia de Soria, tierras del Duero, por donde todavía pululan los espíritus de los termestinos y el topónimo romano (que llegaron después) de Quintana, hay un pueblo donde las flores forman alfombras, el agua riachuelos, los palomares acogen palomas y los Fresnos, como los árboles resistentes y duros, organizan todo lo que la Naturaleza les ha concedido. Un buen día, la familia Fresno, capitaneada por Alfonso y seguida por Julia y Felipe, decidieron dar a conocer toda esa belleza y, como si de un cuento se tratara, señalaron árboles y fuentes con poemas e invitaron a poetas, músicos, artistas y escritores para que alrededor de tanta emotividad, tan bellos versos y delicadas imágenes llegar a crear una sociedad de las letras. Lo llamaron “El huerto poeta”.
Este año el encuentro tuvo lugar el pasado 8 de junio. Felipe, delante del rollo jurisdiccional (Quintanas Rubias de Arriba fue villa), interpretó la diana-pasacalles “Amanecer en Quintanas Rubias”, compuesta por Manuel Castelló, maestro residente en Agost (Alicante). Y ese fue el comienzo para un precioso día. Carmelo Romero, que utiliza palabras conmovedoras para formar pensamientos telúricos, o mejor, reflexiones sobre la tierra a veces madre, otras madrastra, en la Cueva de la fragua dejó caer un pregón de esos para conservar enmarcado.
La inauguración de El Chopo de la Empatía estuvo dedicado al recuerdo de Jesús Bárez, inolvidable amigo, gran persona.
Ángel Jodra (actor y rapsoda), Herminda Cubillo con recado de María Ángeles Maeso, los hermanos Arroyo guitarra al hombro, Antonio Delgado, Albana Ridruejo y tantos otros. Me dice Alfonso que acudieron alrededor de cien personas, algunas, como mi querido amigo Jesús Vasco, desde Barakaldo, la mayoría desde Soria y pueblos de alrededor.
Tras la comida, “hubo gaitas, tamboriles,/flauta, bandurria y vihuela,/fuegos a la valenciana y danza a la aragonesa”. O sea, rifas y regalos, en especial de la señora Julia, que confeccionó con sus propias manos.