El año que termina ha sido nefasto para la Cultura soriana. Se han marchado definitivamente Ángel Campos, Inés Tudela, Lorenzo Soler y ahora, a todavía temprana edad, se marcha Miguel Ángel Sánchez Sanz. Fue un referente en la escultura pero también en muchas otras tareas. Instaló y puso en marcha la Escuela Superior de Turismo de Soria. Junto a Belén, su mujer, se embarcó en el proyecto de la Real Posada de la Mesta, en Molinos de Duero y muchas más tareas y disciplinas de este hombre inquieto y de inteligencia avispada, como es normal en su familia, los Sánchez Sanz, que han visto ya desaparecer a tres de sus miembros de manera temprana. Sus esculturas pueden verse en la madrileña estación de Atocha, en el cementerio templario bajo el monte de las Ánimas, en muchos pueblos de Soria. Son varias las exposiciones, como la del pasado verano -“Toros y entropía”-, en el Espacio Alameda comisionada por su amigo y también escultor Ricardo González. En la planta baja de su casa tenía el taller, allí trabajaba con piedras de Fuentetoba y material de reciclaje. Se ha marchado un gran escultor, un hombre bueno, un artista, un creador integral que me dijo, cuando hablé con él para hacerle la contraportada en El Día de Soria que “hay artistas que crean lo que venden y otros que venden lo que crean”, él era de los segundos. Soria, sin él, será distinta, más vacía si cabe (que cabe), queda su obra, sí, pero cuánta se va con él, junto a su espíritu solidario y reivindicatico cuya epresión más simbólica es la escultura de Atocha en homenaje a los ferroviarios fusilados durante la Guerra Civil. Repito: año nefasto. Mi abrazo a Belén, su compañera de vida y a sus hijos Lucía y Nicolás.