
Las viejas tiendas de coloniales o de ultramarinos (qué dos nombres tan sonoros), me han fascinado siempre. El olor mezclado de todas las especias, mostradas en sacos abiertos con el borde enrollado; el aroma del vino rancio que vendían a granel en la de Miño de Medinaceli; los congrios rancios colgados de la tienda de Pedro, en Yelo; la tertulia en la trastienda de María, en Montejo de Tiermes; la de Aguilar de Montuenga, con la señora Teresa al frente y ahora Blasita, porque ésta todavía existe, ya convertida en bar y donde poder comer algo; recuerdo también la de Calatañazor donde se respiraba un intenso olor a leña de sabina; la de Amelia, en Berlanga de Duero… En fin, tantas, casi una en cada pueblo, donde además de tienda de coloniales se vendía de todo. Eran un mundo que fue desapareciendo a la vez que lo hacían las personas que las sostenían con sus compras. De un tiempo a esta parte la Diputación de Soria y los distintos ayuntamientos se han unido para resucitar estas tiendas adaptadas a estos tiempos. Era necesario un local, de esos que, por desgracia, existen en todos los pueblos y que un día fueron escuelas, por ejemplo, unos locales que de no reciclarse acabarían convertidos en escombros. También necesario que las distintas administraciones tomaran conciencia del problema y financiaran el proyecto y, por fin, alguien que se pusiera detrás del mostrador.

Martialay es una de las localidades sorianas donde se han cumplido los tres requisitos necesarios. La obra ha sido financiada al setenta por ciento por la Diputación y el treinta restante por el ayuntamiento. Desde el uno de abril se encuentra abierta esta tienda-bar en horario de tarde-noche para los días de diario y los festivos amplian el horario al medio día. Cuenta con un espacio delante donde hay instaladas unas mesas para meriendas o lo que deseen y dos frigoríficos que no son tales, ya que al abrir el rojo aparecen ante los ojos libros -es la Frigoteca- para llevar y devolver, o no. En el armario de lunares -el Ludofrigo- hay juegos para pasar una tarde agradable. Dentro está el bar y traspasando una puerta, una tienda pequeña donde pueden adquirirse algunos productos alimenticios.
Al frente de este original proyecto están Rufi y Nica, incansables luchadores, padres de Francisco, Pablo y José Ignacio, y todos siempre involucrados en aquello que es necesario hacerlo. Nica, además, forma parte del grupo de teatro La Bo-eme. Un espacio este de Martialay, muy próximo a la capital soriana, rodeado de vegetación, donde hay una panadería, un gran lavadero y los restos de una vieja ermita.