Foto: Soria Noticias
Y un año más, en Sarnago se cumplió el rito. Un rito global que acoge varios ritos, cada uno de los cuales guarda su propio misterio. Tras una semana repleta de actividades, llega el día grande, el que se conmemora la festividad de San Bartolomé, patrón del pueblo. Como preparación al gran día, la Asociación de Amigos de Sarnago ha organizado un año más una semana donde se han dado cita representantes de la Cultura soriana y de más allá, como la del leonés Julio Llamazares. Ha habido presentaciones: un video juego sobre la calera que construyeran hace años; la revista que edita anualmente la asociación; el libro “La bondad es la maestra, II”, de Albana Ridruejo, quien también dio una clase de taichí; y el libro “Un lugar en el mapa”, de José C. Santana. Se expusieron los objetos de Arte donados para organizar una subasta que ayude a construir el ilusionante edificio destinado a crowdfunding. Marcos Carrascosa dio una charla titulada “El refugio de Sarnago, más que un coliving”. Miguel Ángel San Miguel ofició en el homenaje que se le hizo al vecino de Taniñe, Ciro Redondo, ”De Taniñe a Mauthausen”. Y Mercedes Álvarez presentó una muestra de cine “para que el mundo continúe”. Abel Hernández fue homenajeado como el socio más antiguo. Y llegaba el día grande. Antes se había pingado el mayo.
Mientras todo lo anterior acontecía, Fabiana Falcón Marengo (argentina), Andrea Martínez Jiménez (Calahorra) y Albana Ridruejo Ridruejo (San Andrés de San Pedro), pero todas vinculadas a Sarnago, preparaban nerviosas los trajes de Móndidas, las tocas y los cestaños que vestirían ese día tan importante. Fernando Jiménez Magaña (Cintruénigo), mozo del ramo, hacía lo propio con el pequeño árbol que precedería a la comitiva, adornado con roscos amarillos, flores y pañuelos. Después, el domingo, en el atrio de la iglesia, el padre Arroyo, Toño para todos, oficiaría la misa y todos los ritos religiosos.
Un emocionante día que se celebra, siempre con la misma ceremonia y el mismo sentimiento, durante años. Luego las Móndidas leerían sus cuartetas, unos mozos intentarían meter el ramo por la pequeña ventana del centro social y otros intentarían evitarlo. Bailarían la jota, comerían rosquillos, la giganta y la música acompañarían todos los actos y hasta el próximo año.