El sábado, 25 de febrero, los sorianos tenían una cita en el Mercado Municipal con los viejos y venerables vinos de la Ribera del Duero. Unos vinos sobre los que Juan Antonio Gaya Nuño ya no podría escribir en su Santero aquello de “El vino de Langa no se sube a la cabeza, y permite ingerir considerables cantidades sin que se trastorne la crítica de la razón pura”. Desde aquellos años ha llovido mucho y los viticultores han ido perfeccionando el cultivo de la vid y el posterior tratamiento del vino hasta llegar a elaborar unos caldos de calidad. No quiero decir que aquellos que elaboran sus propios vinos y los guardan en las bodegas subterráneas lo hagan mal, al contrario, nada hay comparable a una merienda en el interior o exterior de una de esas bodeguillas, viendo al dueño de la misma bajar con las jarras vacías y subir con ellas llenas. El encuentro de hoy ha sido otra cosa. Se trata de dar a conocer un vino a la altura de los mejores, de mostrar unas bodegas situadas todas alrededor de San Esteban de Gormaz y del río Duero, cepas centenarias todas ellas, de donde se obtiene un caldo exquisito.
Los sorianos respondieron a la cita. La primera hora estuvo animada por el saber hacer de la enóloga Cristina Aldavero, que llevó a cabo una cata de los que denominó “sobre los vinos de pueblo de Soria”. Después recorrieron la muestra alrededor de 14 marcas. El amplio y luminoso espacio de la segunda planta del mercado municipal resulta ideal para este tipo de encuentros y, de paso, se potencia la fuerza de la planta baja.