Esto escribíamos en nuestra web soria-goig.com: La ermita de San Baudelio, en Casillas de Berlanga, es uno de los monumentos más importantes de Soria. Pequeña, sobre un altozano, envuelta en el misterio, no ya de leyendas, que no las hay, pero sí de la fecha de su construcción, los avatares de muchos siglos, sobre quiénes la ocuparon y la función de una cueva a la que se accede por el interior de la ermita. Con certeza documental se sabe que fue nombrada por primera vez en el siglo XII y con mayor certeza aún que las pinturas fueron vendidas por los propietarios (“y se las llevó un judío perfil de maravedí”, escribe Gerardo Diego), en el primer cuarto del siglo XX. Esas pinturas, lo que queda de ellas, y la propia y original construcción del interior de la ermita, es lo que provoca un respingo cuando se traspasa la puerta de la humilde construcción exterior. Teniendo en cuenta que lo que resta de aquellas magníficas pinturas es como sombras, aquello que no pudo arrancarse por haber impregnado las paredes y algunas pequeñas, originales. Enrolladas, fueron trasladas a América del Norte donde permanecen en algunos museos y otras en el Museo del Prado que, por cierto, hemos tenido ocasión de ver copias en la exposición en la Alameda de Cervantes. No sólo por las pinturas sorprende el interior de la ermita, también las dimensiones reducidas que, pese a ello, permite ver en el centro del cubo, una columna en forma de palmera y, sobre ella, una pequeña bóveda de cañón.
Un día de esta primavera con calor de verano, Leonor y yo llevamos hasta la ermita a Jordán quién, provisto del libro que escribió Mercedes Melendo e ilustró Marina Ster Pérez, fue reconociendo las pinturas que todavía permanecen en las paredes (pocas) y casi adivinando los perfiles de otras que fueron arrancadas. A sus siete años disfrutó más con esta actividad que con cualquier otra. Este tipo de publicaciones es un ejemplo a seguir para animar a los niños a realizar visitas culturales.